¿Está tu organización preparada para enfrentar los riesgos que pueden amenazar su futuro?
En un entorno empresarial donde los cambios son cada vez más acelerados y los riesgos emergentes más complejos, anticiparse es más que una buena práctica: es una necesidad estratégica. El World Economic Forum ha advertido que la falta de preparación frente a riesgos críticos, como ciberataques, interrupciones en la cadena de suministro o crisis climáticas, puede comprometer seriamente la sostenibilidad de una organización. En este contexto, la gestión de riesgos ISO 31000 se posiciona como una herramienta esencial para dotar a las empresas de una estructura sistemática que facilite la toma de decisiones informadas y la construcción de resiliencia organizacional.
Esta norma internacional no prescribe reglas rígidas. En cambio, proporciona principios y un marco flexible para adaptar el proceso de gestión de riesgos a cualquier tipo de organización, fortaleciendo no solo su capacidad de respuesta, sino también la confianza de sus partes interesadas.
ISO 31000: Fundamento para una Gestión de Riesgos Eficaz
La norma ISO 31000:2018 define la gestión del riesgo como “el efecto de la incertidumbre sobre los objetivos” y propone un modelo que permite integrar esta disciplina en todos los niveles de una organización. Su aplicación efectiva mejora la gobernanza, protege activos y reputación, y permite anticipar escenarios que podrían impactar en el logro de metas estratégicas.
Uno de sus mayores aportes es establecer un proceso estructurado compuesto por varias fases interrelacionadas que, si se aplican correctamente, permiten a las organizaciones gestionar el riesgo de forma proactiva y sistemática.
Fases de la Gestión de Riesgos Establecidas por la Norma ISO 31000
1. Identificación del riesgo
Esta primera fase consiste en detectar, reconocer y describir los riesgos que podrían afectar directa o indirectamente el cumplimiento de los objetivos organizacionales. Para ello, se deben analizar factores internos (procesos, estructura, recursos, cultura) y externos (mercado, normativa, entorno socioeconómico, tecnología, etc.).
Se recomienda el uso de técnicas como entrevistas, análisis de partes interesadas, revisión de documentación histórica, análisis de procesos, entre otros. Un riesgo no identificado no puede ser gestionado, por lo que esta etapa es crítica.
2. Análisis del riesgo
Una vez identificados los riesgos, el siguiente paso es comprender su naturaleza y determinar su nivel mediante la evaluación de dos variables principales: probabilidad de ocurrencia y consecuencia o impacto. Dependiendo del tipo de riesgo, pueden utilizarse métodos cualitativos, semicuantitativos o cuantitativos.
El objetivo aquí es establecer una base para priorizar los riesgos y decidir si deben ser tratados o aceptados. La ISO 31000 sugiere que esta fase debe considerar también los controles existentes, es decir, las medidas actuales que ya reducen el riesgo.
3. Evaluación del riesgo
En esta fase se comparan los resultados del análisis del riesgo con los criterios de riesgo previamente definidos por la organización (niveles de tolerancia, apetito de riesgo, etc.). La evaluación permite priorizar los riesgos según su relevancia y determinar cuáles necesitan intervención inmediata.
No todos los riesgos requieren una acción correctiva. Esta etapa también ayuda a identificar los riesgos que pueden ser asumidos bajo ciertas condiciones.
4. Tratamiento del riesgo
El tratamiento del riesgo implica seleccionar e implementar una o más opciones para modificarlo. Según la ISO 31000, las estrategias pueden incluir:
- Evitar el riesgo, retirándose de la actividad que lo genera.
- Reducir el riesgo, mediante controles preventivos o correctivos.
- Compartir el riesgo, a través de contratos, seguros o asociaciones.
- Retener el riesgo, cuando se considera aceptable para la organización.
Cada opción debe evaluarse en términos de costo-beneficio, impacto residual y viabilidad operativa. Además, se deben definir claramente responsabilidades, recursos necesarios y plazos de implementación.
5. Aceptación del riesgo
En algunos casos, la mejor decisión es aceptar un riesgo, especialmente si su impacto es bajo, si no existen medidas de mitigación eficaces, o si el costo de tratarlos excede los beneficios. Esta aceptación debe ser documentada y aprobada por los responsables designados, considerando la exposición residual.
Aceptar un riesgo no significa ignorarlo, sino supervisarlo dentro de los niveles de tolerancia previamente establecidos, con planes de contingencia disponibles si fuera necesario.
6. Comunicación y consulta
La norma enfatiza que la gestión de riesgos debe ser un proceso inclusivo, con una comunicación constante entre todas las partes interesadas. Esta fase permite compartir información clave, validar supuestos, generar consenso y asegurar que todos los actores relevantes estén alineados en la comprensión del riesgo y las acciones tomadas.
Además, la consulta fomenta el compromiso y la apropiación de los resultados, evitando decisiones unilaterales que podrían limitar la eficacia del sistema.
7. Registro e informes
Toda la información relacionada con el proceso de gestión de riesgos debe ser documentada: identificación, análisis, evaluación, tratamiento, aceptación y resultados. Esta trazabilidad no solo asegura el cumplimiento normativo y la transparencia, sino que también permite el aprendizaje organizacional.
Los informes deben ser periódicos, comprensibles, útiles para la toma de decisiones y alineados con los requerimientos de auditoría interna o externa.
8. Seguimiento y revisión
El riesgo es dinámico. Por eso, el proceso debe incluir mecanismos de seguimiento continuo que verifiquen la eficacia de las medidas implementadas, detecten cambios en el contexto y ajusten la estrategia según nuevas amenazas u oportunidades.
Auditorías internas, indicadores clave de riesgo (KRI), tableros de control o reuniones de revisión son herramientas recomendadas para esta fase.
9. Competencia y evaluación
Por último, una gestión de riesgos robusta requiere profesionales competentes, formados y comprometidos. La ISO 31000 sugiere establecer criterios claros para definir las competencias requeridas, así como mecanismos de evaluación del desempeño del sistema.
Integrar este enfoque con otras normas, como ISO 27001 (seguridad de la información) o ISO 22301 (continuidad del negocio), eleva el nivel de madurez organizacional y genera sinergias que fortalecen la respuesta ante incidentes complejos.
Capacitación Profesional: Clave para la Implementación Efectiva
Comprender a fondo la norma ISO 31000 y sus fases no es solo una tarea del área de riesgos. Directivos, mandos medios y personal técnico deben participar activamente para lograr una implementación transversal. Por ello, la capacitación profesional juega un papel fundamental en la adopción exitosa de este marco.
Contar con formación especializada permite al equipo comprender la terminología, aplicar correctamente las metodologías y adaptar los procesos a las particularidades de cada organización. Por ejemplo, integrar la ISO 31000 con esquemas de gestión ya existentes como ISO 9001 o ISO 14001 puede generar eficiencia y coherencia entre sistemas.
Conclusión : La Gestión de Riesgos como Pilar de la Resiliencia Organizacional
La ISO 31000 no es simplemente una norma, es un enfoque estratégico para anticipar lo incierto, tomar decisiones con mayor información y proteger el futuro de las organizaciones. Sus fases desde la identificación hasta la revisión conforman un proceso lógico y adaptable, diseñado para aportar valor continuo.
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